¡TUTTI A TAVOLA!

San Marcos desde 1943

A principios del siglo XX muchos barcos zarparon de Italia para llevar a muchos italianos a la aventura de la emigración. Lo italianos, entre todos los emigrantes, fueron famosos por adaptarse muy bien a las distintas culturas que los recibieron, pero, generalmente, hubo algo que añoraron siempre de manera entrañable: la tradición culinaria y gastronómica de Italia, que hasta el día de hoy sigue siendo una de las más variadas y exquisitas tradiciones en el mundo. Fue este el caso de mis abuelos, Carlo Rovida y Barbara Iannini, que llegaron a Colombia en los años 30 para establecerse en la ciudad de Bogotá. Extrañando la mesa italiana y las costumbres de su lejano país, Barbara y Carlo fundaron la panadería San Marcos, un lugar que se convirtió un puente entre culturas; un lugar donde se vivían a diario las costumbres de la mesa italiana y la variedad de sus sabores.

 

San Marcos Tradición Italiana
San Marcos Tradición Italiana

San Marcos surge en la gloriosa década de 1940, en la que Bogotá aún conservaba su arquitectura y sus costumbres más tradicionales. En la década de los 50, debido a la violencia que se desató en el país, Bogotá pasó a ser el refugio de muchas de las familias que llegaron del campo, representando con su advenimiento grandes cambios a nivel social y económico para la ciudad. Esto quiere decir que San Marcos, que se fundó en 1943,  llegó a Bogotá rescatando los últimos retazos de la tradición bogotana más arraigada y, a su vez, llegó a marcar un hito en la nueva era de la ciudad, ya más dispuesta al progreso y al cambio que impuso el crecimiento inevitable de su población.

De hecho, San Marcos comenzó siendo una modesta panadería y una tienda de abarrotes, pero sus recetas con el toque típico italiano ya comenzaban a llamar la atención de un público especial. En un principio, Barbara y Carlo se ocuparon de todo: se levantaban muy temprano en la mañana para contar el pan y distribuirlo a distintos puntos de la ciudad. Con este trabajo pronto se convirtieron en los proveedores principales de las panaderías de las distintas localidades que existían hasta entonces.

Pocos años después, San Marcos decidió ir más allá e imponer una nueva tradición: además de elaborar panes europeos de exquisita calidad, Barbara y Carlo decidieron traer las primeras lasañas a la capital colombiana. En un principio, Barbara elaboraba las lasañas solo bajo pedido: se pasaba tardes enteras amasando la pasta hecha a mano y trabajando con la máquina. También hacía continuas pruebas con las salsas tratando de incorporar ingredientes afines a la tradición colombiana, como el gusto por el pollo o por los champiñones. Sin saberlo, en su cocina ya se cocían las recetas más representativas del gusto colombiano por la pasta y la comida italiana en general.

Buscando los medios para sobrevivir en un país extraño, Barbara y Carlo decidieron regalarle a Colombia un pedacito de su cultura y de su país. Sin quererlo, abrieron las puertas de un diálogo cultural e hicieron de San Marcos un puente a través del cual la cultura colombiana y la cultura italiana empezaron a comunicarse y a entenderse. Al día de hoy las puertas de nuestro local aún están abiertas, y aunque ellos ya no están entre nosotros, sus corazones aún permanecen y sus voces todavía parecen invitarnos a comer con un cálido y amoroso: “¡Tutti a tavola!”.

Columnista

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